NOVECENTO O LA HISTORIA Y SU RITORNELLO
Hace casi cuarenta años, Bernardo Bertolucci estrenó Novecento, una larga película en la cual confronta, a partir de sus protagonistas, un campesino y un burgués interpretados por los entonces jóvenes Gérard Depardieu y Robert De Niro, dos visiones políticas que siguen vivitas y coleando en el planeta entero: comunismo y fascismo.
La
gran industria cultural, dueña y señora de centros comerciales y televisoras,
muestra siempre el fascismo antisemita y esconde, con dudosa ingenuidad, las
otras caras del fenómeno que atacó con saña los movimientos progresistas
surgidos en la Europa del siglo XX no solo en Italia, sino también en España y Alemania,
donde fueron ahogados casi sin dejar rastro.
Pero
Novecento, con sus cuatro décadas a
cuestas, sigue hablándonos de esa historia y de esas visiones que hoy pugnan,
por ejemplo, en América Latina, donde gobiernos progresistas luchan por la
autonomía y la independencia de sus pueblos, a la par que la experiencia
transnacional opone prácticas de vieja data para seguir aniquilando todo ser
vivo que intente desobedecer los dictámenes del capital. Por eso causa gracia
cuando algunos ingenuos repiten eso de que el socialismo fracasó con la URSS,
de que si es un modelo viejo y superado, que si patatín, que si patatán, como
si el capitalismo y su comandante antiprogreso, el fascismo, no tuviesen también unos cuantos añitos sin
dar respuesta a las demandas del mundo, lo cual se ha visto con toda fiereza en
estos últimos tiempos con el desmantelamiento del estado de bienestar en Europa
y la continuidad de las guerras en Medio Oriente y África, maquinaria que
amenaza también, ciertamente, la estabilidad de nuestro continente.
Aparte
de los logros artísticos de la película, que son indudables hasta para aquellos
que subrayan que es maniqueísta por su parcialización “ñángara”, resulta de
interés la construcción de la imagen del fascismo. Sin intenciones de contar la
historia, la crueldad del personaje interpretado por Donald Sutherland, el
capataz de la hacienda que cuida los intereses de sus amos en contra de la
insurgencia de las mayorías explotadas, es cotejable con la de la acción del fascismo
internacional de ayer y hoy, aquí y allá. Así nos lo dicen las desapariciones,
en la década del `70, de las hijas e hijos de las y los luchadores de la
Argentina durante los años de la dictadura militar; la quema en Odessa en el
año 2014, de 31 personas que se hallaban en un edificio incendiado por turbas
prooccidentales, hecho que, por cierto, quisieron reeditar en Venezuela al
intentar prender un preescolar durante las guarimbas del año pasado; y hasta en
las facetas del microcrimen, con la acción del dirigente de Voluntad Popular
José Pérez Venta, quien mató y descuartizó a sangre fría a su correligionaria
Liana Hergueta por no pagarle unos dólares.
Por
eso es bueno volver a ver Novecento, porque
el imperio practica la injusticia y el saqueo de los pueblos sistemáticamente
desde hace 500 años. Aún somos una propuesta, y como propuesta hay que estar
atentos a estas historias que son patrimonio de todos los pueblos que han
estado y están en lucha. Confiamos en descifrarlas en toda su magnitud para que
no se repitan.
Isora Irala
Isora Irala
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